El hombre como ser mortal, ha sentido siempre en lo más intimo de su ser la llamada de algo que trascendía sus propias fuerzas y posibilidades. Se ha visto colocado en un medio en el que se sentía seguro, pero con la certeza de que no iba a poseerlo siempre. No obstante, el deseo de dominar a la Naturaleza, el hombre tiene la dura experiencia de un día tendrá que abandonar todo lo que le rodea para penetrar en el mundo misterioso de la muerte.
Para responder a esa voz trascendente tanto el hombre como la mujer, según su cultura, ideó todo un mundo de dioses y diosas con el que pretendía dar respuesta a tantas interrogantes que su sola inteligencia no podía descifrar.
Esta corte celestial, que habilitaba en los altos cielos, consentía también tener su morada entre “lo mortales” y estos, con fe religiosa, con sentido estético y con orgullo de banda, clan, estado o nación, levantaron suntuosos templos para moradas de sus dioses: los templos egipcios, romanos o hindúes, entre otros muchos, son pruebas evidentes de que el hombre ha querido tener siempre cercanos a sus dioses.
En medio de un mundo politeísta en el que el hombre guiado por sus exigencias y necesidades creó un mundo de dioses y diosas que reflejaban la vida misma de los hombres, vino un profeta llamado Jesús, el verdadero Dios, hijo del Padre, el más grande que ha existido, y que predicó una doctrina de una vigencia universal. Jesús predicó la igualdad universal más absoluta, sin egoísmos, ni coartadse. Su doctrina no fue política, acaso ni si quiera una religión, porque lo que le importo fue el amor infinito a todos los hombres y mujeres del mundo, lo mismo a los de su época, como a los que vinieron después hasta el final de los tiempos…
Gran parte de la humanidad se lanza confiada tras las huellas de Jesucristo y se forma un núcleo compacto y universal que al mismo tiempo que siente la necesidad de agruparse para<>> que crece y se dilata por toda la geografía y a la que no puede albergar ya la pequeña estancia de un domicilio particular, ni los fieles alejados de la Cátedra Episcopal, por vivir en núcleos apartados, pueden acudir fácilmente al templo matriz para las funciones actuales. De ahí el crecimiento en número de los lugares de culto en iglesias o templos.
Desde las basílicas paleocristianas hasta los modernos templos con estructura de hierro, cemento y cristal, pasando por los templos carolingios, visigodos y mozárabes, las iglesias recoletas y abovedadas del románico, las inundadas de luz con un deseo insaciable de altura del gótico, los templos de sobria belleza del renacimiento y las recargadas en su ornato del barroco, las frías iglesias neoclásicas y las nostálgicas del neogótico romántico, todos estos templos son testimonio evidentemente de la necesidad que sintió el Cristianismo monoteísta de tener un lugar propio y exclusivo para el culto, como antes lo tuvo el mundo politeísta.
Las ciudades que albergan una gran catedral gótica en su seno tienen “algo” cósmico. Es una sensación sutil, intransferible, difícil de describir, que se percibe en cuanto la silueta de sus agujas se dibuja en el horizonte. Y si esa impresión sigue viva hoy, en cuanto se visitan estos grandes templos, se alcanzan una certeza absoluta: sus constructores erigieron auténticas “máquinas de espiritualidad”, templos vivos, sembrados de oscuros símbolos, capaces de obrar en cada uno de nosotros el milagro de la auténtica transmutación alquímica. Sus piedras, sus tallas, para quien se detuviera a escucharlas, hablaban.
La iglesia de Santa María de Úbeda, es un símbolo, palabra e Imagen. En el análisis del arte, además de su filosofía de la historia dominante, cuenta decisivamente la historiografía local del momento. Así planteamos la visión del arte que tiene el cristianismo al anteponer siempre el contenido a la forma, la ética del mensaje a la estética que lo configura.
Cuando se levanta en Úbeda, la iglesia de Santa María, o mejor dicho, se transforma la mezquita mayor en iglesia colegial, la vida social se organiza desde la esfera de lo sagrado a lo cultural de las gentes ubedíes.
“[1]…La iglesia mayor colegial, nació como vocera mayor del sentir de un pueblo, que en sus toques y en sus cultos fue siempre la primera y el espejo donde se miraban el resto de la iglesias parroquiales, iglesias menores, emitas, oratorios, etc. Santa María la Mayor de los Reales Alcázares, con su cabildo colegial salvar guardando la fe y las buenas costumbres de un pueblo, fue como un potente faro sobre una Loma elevado, derramando luz para el caminante de lo infinito y eterno. Santa María fue siempre la meta de una Virgen Chiquita, que caminando entre polvo y barro, quiso y pudo enjugar las lágrimas de unas gentes piadosas y laboriosas…”
La antes Iglesia Mayor de Úbeda, fue beneficiada por Papas, Obispos, Nobles, Canónigos y Rejes. Y durante muchos años y siglos fue el centro religioso de la Ciudad Ubetense.
[1] El hijo adoptivo de Úbeda Gines Torres Navarrete; asimismo lo ha afirmado en su Historia de Úbeda en sus Documentos. Volumen de las Parroquias.
Para responder a esa voz trascendente tanto el hombre como la mujer, según su cultura, ideó todo un mundo de dioses y diosas con el que pretendía dar respuesta a tantas interrogantes que su sola inteligencia no podía descifrar.
Esta corte celestial, que habilitaba en los altos cielos, consentía también tener su morada entre “lo mortales” y estos, con fe religiosa, con sentido estético y con orgullo de banda, clan, estado o nación, levantaron suntuosos templos para moradas de sus dioses: los templos egipcios, romanos o hindúes, entre otros muchos, son pruebas evidentes de que el hombre ha querido tener siempre cercanos a sus dioses.
En medio de un mundo politeísta en el que el hombre guiado por sus exigencias y necesidades creó un mundo de dioses y diosas que reflejaban la vida misma de los hombres, vino un profeta llamado Jesús, el verdadero Dios, hijo del Padre, el más grande que ha existido, y que predicó una doctrina de una vigencia universal. Jesús predicó la igualdad universal más absoluta, sin egoísmos, ni coartadse. Su doctrina no fue política, acaso ni si quiera una religión, porque lo que le importo fue el amor infinito a todos los hombres y mujeres del mundo, lo mismo a los de su época, como a los que vinieron después hasta el final de los tiempos…
Gran parte de la humanidad se lanza confiada tras las huellas de Jesucristo y se forma un núcleo compacto y universal que al mismo tiempo que siente la necesidad de agruparse para<>> que crece y se dilata por toda la geografía y a la que no puede albergar ya la pequeña estancia de un domicilio particular, ni los fieles alejados de la Cátedra Episcopal, por vivir en núcleos apartados, pueden acudir fácilmente al templo matriz para las funciones actuales. De ahí el crecimiento en número de los lugares de culto en iglesias o templos.
Desde las basílicas paleocristianas hasta los modernos templos con estructura de hierro, cemento y cristal, pasando por los templos carolingios, visigodos y mozárabes, las iglesias recoletas y abovedadas del románico, las inundadas de luz con un deseo insaciable de altura del gótico, los templos de sobria belleza del renacimiento y las recargadas en su ornato del barroco, las frías iglesias neoclásicas y las nostálgicas del neogótico romántico, todos estos templos son testimonio evidentemente de la necesidad que sintió el Cristianismo monoteísta de tener un lugar propio y exclusivo para el culto, como antes lo tuvo el mundo politeísta.
Las ciudades que albergan una gran catedral gótica en su seno tienen “algo” cósmico. Es una sensación sutil, intransferible, difícil de describir, que se percibe en cuanto la silueta de sus agujas se dibuja en el horizonte. Y si esa impresión sigue viva hoy, en cuanto se visitan estos grandes templos, se alcanzan una certeza absoluta: sus constructores erigieron auténticas “máquinas de espiritualidad”, templos vivos, sembrados de oscuros símbolos, capaces de obrar en cada uno de nosotros el milagro de la auténtica transmutación alquímica. Sus piedras, sus tallas, para quien se detuviera a escucharlas, hablaban.
La iglesia de Santa María de Úbeda, es un símbolo, palabra e Imagen. En el análisis del arte, además de su filosofía de la historia dominante, cuenta decisivamente la historiografía local del momento. Así planteamos la visión del arte que tiene el cristianismo al anteponer siempre el contenido a la forma, la ética del mensaje a la estética que lo configura.
Cuando se levanta en Úbeda, la iglesia de Santa María, o mejor dicho, se transforma la mezquita mayor en iglesia colegial, la vida social se organiza desde la esfera de lo sagrado a lo cultural de las gentes ubedíes.
“[1]…La iglesia mayor colegial, nació como vocera mayor del sentir de un pueblo, que en sus toques y en sus cultos fue siempre la primera y el espejo donde se miraban el resto de la iglesias parroquiales, iglesias menores, emitas, oratorios, etc. Santa María la Mayor de los Reales Alcázares, con su cabildo colegial salvar guardando la fe y las buenas costumbres de un pueblo, fue como un potente faro sobre una Loma elevado, derramando luz para el caminante de lo infinito y eterno. Santa María fue siempre la meta de una Virgen Chiquita, que caminando entre polvo y barro, quiso y pudo enjugar las lágrimas de unas gentes piadosas y laboriosas…”
La antes Iglesia Mayor de Úbeda, fue beneficiada por Papas, Obispos, Nobles, Canónigos y Rejes. Y durante muchos años y siglos fue el centro religioso de la Ciudad Ubetense.
[1] El hijo adoptivo de Úbeda Gines Torres Navarrete; asimismo lo ha afirmado en su Historia de Úbeda en sus Documentos. Volumen de las Parroquias.
2 comentarios:
Quizás sería más conveniente darle un título de "estudio alegórico" en vez del término mitológico...
Muchas gracias por la rectificación.
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