Juan Ángel López Barrionuevo.
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Dragones en los nervios de la bóveda de San Nicolás. Fuente propia |
La iglesia de San Nicolás de Bari de Úbeda es un magnífico templo
gótico de la segunda mitad del siglo XIV, aunque con infinidad de reformas
renacentistas. Al levantarse extramuros -Situada al norte del casco urbano- y
fuera de los principales circuitos turísticos hacen de ella una de las iglesias
ubetenses menos conocidas.
Fue probablemente erigida hacia el tercer cuarto del siglo XIV,
siendo posteriormente sometida a obras de remodelación en los siglos XV y XVI
coincidiendo con el momento de mayor esplendor y bonanza económica de la
ciudad.
Dispone de planta de tres
naves separadas por arcos apuntados apoyados sobre pilares compuestos en los
que descansan sus elegantes bóvedas de crucería nervadas. La cabecera, de
planta poligonal, es la parte más antigua del templo. Abiertas a las naves
laterales, cuenta con varias capillas adosadas durante La decimoquinta y
decimosexta centuria, entre las que cabe ser destacada la del Dean Ortega,
protegida por una excelente reja de forja de la escuela toledana obra de Juan
Álvarez de Molina.
Los elementos más interesantes del templo son sus dos portadas, a
través de las cuales, se aprecia perfectamente esa evolución de los últimos
retazos del gótico final hacia un lenguaje ya plenamente clasicista.
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Nave lateral izquierda, donde se sitúa los dragones. Foto de Diego J. Sola |
La portada
meridional, encargada por el Obispo Alonso Suárez en 1509, exhibe un refinado
estilo gótico flamígero configurado a base de arquivoltas apuntadas y
abocinadas entre pináculos y decoración de crestería. La occidental, sin
embargo, mandada realizar tan solo medio siglo después (1564) a Pedro de
Gorostiaga siguiendo planos de Andrés de Vandelvira, responde a un modelo ya
plenamente renacentista.
Resulta
que en una de las bóvedas de la iglesia de San Nicolás de Úbeda, se encuentra
un secreto desconocido por el público que a diario la visita, me refiero
a los
dragones que hay pintados en los nervios de la bóveda, estos se sitúan sobre el
actual altar de la Virgen de la Paz, en el primer tramo de la nave lateral
izquierdo. Se trata de unas pinturas
del siglo XV, muy poco usuales en iglesias. Por su aspecto fiero, estos
personajes mitológicos han producido temor, pero también fascinación, ya
que: …“Los dragones tienen que tener
dos sentidos. Uno, decorativo, con la cual el difunto muestra su poderío. Era una
decoración muy típica en los siglos XIII y XIV, lo que ocurre es que se han perdido
casi todos. Por otro lado, ya desde un punto de vista más simbólico, pueden
tener una interpretación de fuerzas defensoras, bien de la iglesia, bien de los
fieles, bien del difunto. Es decir, los dragones como una especie de animales
protectores. Lo que indudablemente hay que descartar es que sean identificados
como fuerzas del mal, entre otras razones porque ocupan la parte más noble de
la iglesia y no pintan nada a finales del siglo XV. Aunque todavía queda por
investigar”
La figura del dragón no
precisa tesis. Su palabra universal, “draco”, es entendida en todos los
idiomas, y significa lo mismo siempre: esencia de “lo animal” como enemigo
eterno del hombre. Los antiguos decían que era “el camino a través de todas las
cosas”. Relacionado con el sentido de caos y disolución, todos los héroes
clásicos y santos cristianos “vencen al dragón”. Cirlot en su “Diccionario de
símbolos” le dedica varias páginas abundando en los muchos significados que
sobre todo en Oriente, y en la China especialmente, tiene.
En Occidente fue siempre
conocido y usado, como símbolo del mal, aunque con los siglos ese sentido fue
cambiando. Decía de él San Isidoro, en sus “Etimologías”, que “El dragón es la
mayor de todas las serpientes, e incluso de todos los animales que habitan la
tierra” y aún añade para definirle que “está dotado de cresta, tiene la boca
pequeña, y unos estrechos conductos por lo que respira y saca la lengua…”,
aunque es evidente que nunca vió ninguno, porque decía de él que habitaba en
Etiopía y en la India, viviendo al calor de los incendios que provoca.
La misión del dragón, en las
culturas antiguas, era la de “guardar tesoros” (las manzanas de oro de las
islas Hespérides, por ejemplo) y su poder letal y terrible venía de su
omnipresencia, pues moraba tan pronto sobre la tierra, como en el aire, o en
las aguas del mar. Con sus cola causaba tifones y tempestades. En suma, era la
explicación de los sofocos y violencias de la Naturaleza.
El “Fisiólogo” (un bestiario
primitivo del siglo II d. de C.) le consideraba el enemigo de los animales
benéficos. Era el símbolo viviente, sobre la tierra, de las fuerzas animales
del planeta, con las que debe enfrentarse el espíritu humano, para finalmente
hallar el Tesoro del Bien, y la Salvación.
Fue muy utilizado como
elemento decorativo en la Antigüedad, en la Edad Media europea (especialmente
en el mundo anglosajón) y llega a ser figura habitual del arte románico,
apareciendo en códices, esculturas de capiteles, pinturas murales… casi siempre
en relación con la Bestia Apocalíptica del Evangelio de San Juan. De ese
monstruo tenemos una interesante representación en la viga del coro de la
iglesia alcarreña de Valdeavellano.
Pero a lo largo de los siglos
le vemos evolucionar, al menos en el significado de sus manifestaciones
gráficas, y alcanza a ser, en la Baja Edad Media e inicios del Renacimiento, un
elemento claramente apotropaico, protector del templo en que se representa, y
de los fieles que en él se refugian. Existen numerosos lugares, en la Europa
occidental y área del Mediterráneo, en los que el dragón es profusamente
representado pictóricamente en las bóvedas de capillas y templos. Adquiriendo
un sentido protector, similar al que los hombres salvajes tienen, de espacios,
emblemas, templos incluso.
Si se nos pregunta por el
significado principal de tales representaciones podemos decir que, a juicio de
los autores, el mensaje primordial de estas pinturas es transmitir la
inquebrantable firmeza y solidez de los edificios protegidos con esta
invocación representativa a estos seres que sostienen el templo cósmico de Dios
en los Cielos y que aquí, en las distintas iglesias constituyen una garantía de
subsistencia y de estabilidad.
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Dragones en la bóveda de San Nicolás. Foto de Juan Moreno Balboa |
Fuentes:
Arteguias.com Úbeda
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