El Renacimiento español presenta unas características muy peculiares respecto al que se extendió por Europa a fines del siglo XV. Algunos autores lo han calificado de estilo poco definido y poco canónico, dada la pervivencia de una sociedad que tenía muy asimiladas aún las características propias de la Edad Media, y en la que la ostentación del gótico tardío impedía la introducción de los nuevos valores procedentes, sobre todo, de Italia. Pero, por otro lado, también son notables las influencias que, en los primeros momentos, llegaron de Francia, Alemania y Flandes. De todo ello resultó un Renacimiento que algunos comentaristas definen como periférico, y que despuntó con fuerza desigual por regiones.
A finales del s. XV, los Reyes Católicos, deseosos de establecer su protagonismo político frente a la nobleza, se esfuerzan por atraer a artistas, sobre todo italianos, y por adquirir obras, algunas de ellas vinculadas con talleres florentinos, como los de Donatello y S. Botticelli. Con todo, la fuerte tradición gótica no consigue que se cambien las directrices, de manera que algunos edificios representativos de esta época, como puede ser San Juan de los Reyes en Toledo, de fines del s. XV, se caracterizan por contener un alto grado de decoración arquitectónica a base de blasones y emblemas nobiliarios o monárquicos, en consonancia con el espíritu político del momento. A esta etapa que transcurre entre las últimas manifestaciones claramente góticas y la lenta implantación de los principios renacentistas, se ha convenido en llamar arte plateresco, lectura localista del Renacimiento italiano, y que tiene como principal característica la idea de aplicar a la arquitectura y, sobre todo, a las fachadas, la técnica y la ornamentación de los orfebres. Una de las primeras obras que manifiesta esta tendencia es la fachada del hospital de la Santa Cruz en Toledo y la fachada de la Universidad de Salamanca, mucho más decorada que la anterior. Hay que tener en cuenta, no obstante, que esta tendencia decorativista ya se encuentra localizada en la Lombardía, concretamente en Milán, a fines del s. XV. Resulta claro, pues, que este decorativismo peninsular no se puede entender como una ampliación del gótico sino como una adaptación del modelo italiano lombardo. En otros ejemplos, como pueden ser los hospitales de Santiago de Compostela (1501), parece más clara la pervivencia del gótico.
El Plateresco es una fusión de los componentes del mudéjar y del gótico flamígero: inclusión de escudos y pináculos o fachadas divididas en tres cuerpos (mientras que las renacentistas están divididas en dos). Pero incorpora también elementos renacentistas como las columnas o algunos elementos decorativos. Está caracterizado por fachadas fuertemente adornadas, como si se tratasen de obras de orfebrería.
A finales del s. XV, los Reyes Católicos, deseosos de establecer su protagonismo político frente a la nobleza, se esfuerzan por atraer a artistas, sobre todo italianos, y por adquirir obras, algunas de ellas vinculadas con talleres florentinos, como los de Donatello y S. Botticelli. Con todo, la fuerte tradición gótica no consigue que se cambien las directrices, de manera que algunos edificios representativos de esta época, como puede ser San Juan de los Reyes en Toledo, de fines del s. XV, se caracterizan por contener un alto grado de decoración arquitectónica a base de blasones y emblemas nobiliarios o monárquicos, en consonancia con el espíritu político del momento. A esta etapa que transcurre entre las últimas manifestaciones claramente góticas y la lenta implantación de los principios renacentistas, se ha convenido en llamar arte plateresco, lectura localista del Renacimiento italiano, y que tiene como principal característica la idea de aplicar a la arquitectura y, sobre todo, a las fachadas, la técnica y la ornamentación de los orfebres. Una de las primeras obras que manifiesta esta tendencia es la fachada del hospital de la Santa Cruz en Toledo y la fachada de la Universidad de Salamanca, mucho más decorada que la anterior. Hay que tener en cuenta, no obstante, que esta tendencia decorativista ya se encuentra localizada en la Lombardía, concretamente en Milán, a fines del s. XV. Resulta claro, pues, que este decorativismo peninsular no se puede entender como una ampliación del gótico sino como una adaptación del modelo italiano lombardo. En otros ejemplos, como pueden ser los hospitales de Santiago de Compostela (1501), parece más clara la pervivencia del gótico.
El Plateresco es una fusión de los componentes del mudéjar y del gótico flamígero: inclusión de escudos y pináculos o fachadas divididas en tres cuerpos (mientras que las renacentistas están divididas en dos). Pero incorpora también elementos renacentistas como las columnas o algunos elementos decorativos. Está caracterizado por fachadas fuertemente adornadas, como si se tratasen de obras de orfebrería.
La primera noticia documental se sitúa en torno al año 1137, cuando la ciudad fue atacada por el ejército de Alfonso VII, que no logró conquistarla. Sabiote era puerta de entrada no sólo a su comarca, sino a la capital, por lo que no es de extrañar que durante los siglos XI y XII se redoblaran los esfuerzos para reforzar sus defensas. Pero los sucesivos ataques cristianos tuvieron finalmente éxito, y en el año 1226 fue conquistado por Fernando III el Santo, que le concedió una nueva reglamentación jurídica, el fuero de Cuenca, cuyo códice, del siglo XIII, aún se conserva. El castillo árabe fue reedificado por Juan de Zúñiga hacia el año 1230. El dominio de la Sabiote cristiana se lo disputaron el obispo de Baeza y el arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada, adelantado de Cazorla. Sin embargo Alfonso X el Sabio le otorgó el título de Muy Leal Villa y la concedió a la Orden de Calatrava. Durante el siglo XV Sabiote jugó un papel destacado en las luchas ocurridas en la zona de la Loma, a raíz de las disputas dinásticas tras la muerte de Enrique IV.
El siglo XVI fue el de mayor esplendor para la villa de Sabiote. En el año 1537 el emperador Carlos V vendió la villa a su secretario, Francisco de los Cobos, quien hizo de Sabiote y su castillo el centro de su mayorazgo, remodelando, entre los años 1537 y 1543, la antigua alcazaba hispano-musulmana en un palacio renacentista, al tiempo que reforzaba su carácter militar. En sus extremos se incorporaron por primera vez en España los principios de la fortificación abaluartada, seguidos en esa época en Italia, mientras que el interior se engalanó con un refinado patio de dobles galerías en tres de sus lados. La realización de la zona palaciega se atribuye a Andrés de Vandelvira, maestro del Renacimiento andaluz, y la militar a alguno de los ingenieros de Carlos V, como Benedetto de Ravenna.
A la muerte de Cobos, su viuda, María de Mendoza, mantuvo el amplio patrimonio que más tarde heredó el hijo de ambos. En 1573 la titularidad de Sabiote pasó a la casa de Medinaceli. El castillo posee una bella portada plateresca con pilastras adornadas de grutescos, rematándose dicha fachada con un escudo que porta las armas de Cobos Molina y doña María Mendoza, promotores del castillo palacio.
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