Úbeda Iglesia de San Pablo en la Posguerra; De Cuando se Solicitó parte de su Patrimonio Perdido.
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Interior de la Iglesia de San Pablo; antes de 1936. Foto gentileza de Gabriel Delgado Juan. |
«Desde el 18 de julio de 1936,
fecha del Glorioso Alzamiento Nacional, hasta el 29 de Marzo de 1939, Úbeda
gimió presa. Fueron saqueadas todas las iglesias y quemadas todas las imágenes,
entre blasfemias y sacrilegios inenarrables. Los templos sirvieron de cuadras y
garajes. Fueron encarcelados y asesinados, sin mediar formalidad legalista
alguna y en medio de la más absoluta impunidad, muchos buenos ubetenses por su
condición de católicos, por sus ideas políticas desafectas al extremismo “rojo”
o, simplemente, por odios personales».
Así describe Juan Pasquau la
Guerra Civil Española en Úbeda, uno de los episodios más dramáticos de la
historia reciente de nuestro país.
Lo cierto, las palabras del
humanista Juan Pasquau, no son del todo
ciertas. Ya que una investigación sobre el destino del patrimonio artístico al
terminar la Guerra Civil pone al descubierto la nefasta gestión del régimen
franquista, en Úbeda y el resto del país.
Lo sabemos gracias al trabajo de
investigación realizado durante tres
años por el equipo integrante del Proyecto "Investigación
histórica y representación digital accesible: El patrimonio artístico durante
la guerra civil y la posguerra", dirigido por el catedrático Arturo
Colorado, de la Universidad Complutense de Madrid. El trabajo ha consistido en
el estudio y catalogación de miles de obras depositadas por la República en
lugares seguros, así como de las obras que salieron al extranjero evacuadas por
orden de los Gobiernos central, del País Vasco y Cataluña, o por vía de saqueo.
Una vez realizado el inventario, se ha cotejado con el destino de esas obras
durante la posguerra, a partir de los datos del proceso organizado de
devoluciones y exposiciones temporales
llevado a cabo por el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional
(Sdpan) creado por el régimen instaurado en España tras la victoria militar.
La conclusión que se desprende es
la gran cantidad de obras entregadas como depósito a organismos públicos,
iglesias y entidades afectas, lo que supuso una desordenada reubicación, que
benefició a receptores que no eran sus legítimos propietarios.
Cuando estalla la guerra, el
gobierno Republicano pone en marcha un plan de protección de patrimonio
consistente en la recogida, registro y depósito de obras de arte.
Durante la Guerra Civil española
hubo dos posturas respecto a la protección del patrimonio. El bando franquista
no se preocupó nada o casi nada por él, mientras que el republicano hizo todo
lo que pudo para intentar protegerlo del pillaje, la destrucción o el
deterioro.
Durante esta operación, los
republicanos embalaron cientos de obras procedentes de iglesias, instituciones
o colecciones particulares con él ánimo de que no desaparecieran. Incluso
acudieron a una campaña de propaganda para concienciar a los milicianos y los
voluntarios y que tuvieran en cuenta la importancia del patrimonio, aunque
tuvieran un significado religioso. El problema es que, en muchas ocasiones, no
se consignó ni el origen ni la pertenencia de las piezas.
La República puso en marcha un
ambicioso plan de evacuación de muchos de los tesoros del patrimonio español
(incluidos medio millar del Prado, además de otras destacadas colecciones
públicas y privadas), que siguieron, simbólicamente, los pasos del Gobierno
republicano: Valencia, Barcelona, Figueras... y Ginebra. Pero otras miles de
obras fueron incautadas por la República para protegerlas sin salir del país.
¿Cuál fue su destino? Es la parte más desconocida de esta historia.
En la tarde del 26 de julio de
1936, festividad de Santa Ana, nuestros templos fueron saqueados, arrastrándose
muchas de las imágenes devocionales hacia una gran hoguera en donde se quemaron
siglos de arte. No solamente se destruyeron esculturas y pinturas, sino también
documentos de archivo, así como muchos de los retablos que adornaban nuestros
templos (las fotografías antiguas dan fe de la monumentalidad barroca que
atesoraban las iglesias ubetenses, como La Trinidad, San Pablo, Santa Clara,
Santo Domingo, etc.).
Es falso que todas las obras del
patrimonio ubetense desaparecieran en esa gran hoguera realizada en la tarde
del 26 de julio de 1936. Muchas piezas se conservaban en su ubicación original
hasta fechas avanzadas de la contienda; de hecho, en 1938 tenemos el informe
particular realizado por Miguel Campos Ruiz en donde habla de un gran número de
obras y del estado de conservación de nuestros templos (haciendo especial
hincapié en los bienes de la Capilla del Salvador). Sin embargo, parece que a
partir de este momento se incrementa la rapiña y el interés de ansiosos
coleccionistas por poseer pinturas y esculturas de especial valor
artístico.
Además, hay un número
indeterminado de obras que fueron robadas por "mercaderes, saqueadores
profesionales, milicianos y militares de las dos zonas", según explicó
Colorado en el Congreso que anuncie
anteriormente.
Finalizada la guerra, agentes de
la Junta del Tesoro facilitan a las nuevas autoridades la ubicación de los
depósitos. De esta manera, el Sdpan puede recoger, identificar y clasificar los
objetos artísticos. Aprovecha la clasificación previa de la Junta del Tesoro
republicano (por ejemplo, los libros de registro con pormenorizada información
sobre las obras), pero, sin embargo, de muchos objetos no hay información
alguna, porque son recuperados por otros organismos políticos de diferentes
formas e inventariados sin el rigor requerido.
El 31 de mayo de 1939, el nuevo
Ministerio de Educación Nacional ordena la devolución a entidades y
particulares. Para tratar de identificar a los propietarios, el Sdpan abre los
depósitos a los particulares y organiza exposiciones públicas que también tenían
carácter propagandístico. Se realizaban las devoluciones sin grandes
requisitos. Solo se solicitaban pruebas de propiedad cuando había dos o más
reclamaciones sobre un mismo objeto artístico. Hubo errores de identificación,
y particulares recibieron obras que no eran suyas. Se estableció un plazo de un
mes, pasado el cual, si no se procedía a la reclamación, se entregaba la obra
en depósito.
Capítulo aparte merecen otros
expolios que se produjeron durante la posguerra: el derivado tanto del tráfico
ilegal de obras de arte españolas por marchantes españoles y extranjeros, como
de las órdenes de venta de tesoros eclesiástico cursadas por ciertas
autoridades religiosas a fin de obtener fondos en metálico.
No todas las obras volvieron a su
lugar de origen, pues muchas de ellas fueron entregadas en depósito temporal a
museos, organismos públicos e instituciones de enseñanza o religiosas.
Se devolvieron obras, por
ejemplo, a las iglesias y monasterios que las reconocían como propias, pero en
algunas de ellas se demuestra que no era así.
En plena Dictadura Franquista,
algunas de las más importantes obras de arte de Santa María de los Reales
Alcázares, que se habían salvado del asalto del verano de 1936 desaparecieran o
fueran despedazadas. Como la reja del coro, que Ruiz Prieto calificó como de
«grandiosa y obra de gran mérito», atribuida al maestro Bartolomé, y cuyos
restos salpican ahora distintas portadas de las capillas de Santa María. Y
desaparecieron una valiosa cruz relicario del siglo XVII que se encontraba en
la capilla de los Sabater o el cuadro de 'La Misa Milagrosa de San Gregorio',
de Pedro Machuca, que hasta 1951 se custodió en el archivo del Ayuntamiento
juntamente con otras muchas obras de arte que se habían salvado de la
destrucción durante de la guerra y que, misteriosamente, desaparecieron sin
dejar rastro, ,(… parece que a partir de este momento se incrementa la rapiña y
el interés de ávidos coleccionistas por poseer pinturas y esculturas de
especial valor artístico…). Otras piezas, como la Piedad de Pedro Machuca, se
exponen en la actualidad en el Museo Catedralicio, y los restos de la Silla
Episcopal y la sillería, sirvieron para construir muebles del Archivo Histórico
Municipal.
Por José Manuel Almansa Moreno,
sabemos que se salvó milagrosamente de la destrucción durante la Guerra Civil,
pero que en la actualidad se encuentran fuera de nuestra ciudad, se refiere a
la tabla central del retablo de la Capilla del Camarero Vago, en la Iglesia de
San Pablo de Úbeda. Atribuido a Juan de Reolid, quien lo ejecutaría hacia 1545,
el retablo estaba constituido por dos cuerpos horizontales y coronado con un
ático semicircular. Esos cuerpos estarían subdivididos en cinco calles
enmarcadas por columnas abalaustradas, ubicándose dos nichos en los cuerpos
laterales.
La calle central del primer
cuerpo, ubicada sobre un friso de grutescos, mostraba un relieve del Santo
Entierro de Cristo, acompañado por dos sibilas de bulto redondo ubicadas en
hornacinas. A la izquierda se ubica una imagen de la Caridad, representada con
su iconografía clásica, y a la derecha habría de ubicarse la imagen de la
Justicia, siguiendo el esquema de la portada principal de la capilla. En la
calle central del segundo cuerpo aparece una tabla que representa a la Virgen
con el Niño, y a la izquierda, tras otra tabla de difícil identificación,
aparece un Thanatos cobijado en una hornacina, es decir, un niño sosteniendo
una calavera, que debió acompañarse en el lado de la derecha por un Eros. Se
remataba el retablo con un semitondo en donde se representaba a San Ildefonso,
al cual le estaba consagrada la capilla.
Arsenio Moreno, que estudió el
retablo en profundidad en su libro Úbeda renacentista, demostró hace un años la presencia de este
relieve en la sacristía de la iglesia de San Pablo de Baeza, en donde fue
trasladado tras la Guerra Civil como consecuencia de una confusión a la hora de
devolver la obra a su lugar de origen una vez finalizada la contienda.
Ginés Torres Navarrete, nos dice
acerca de la Capilla de El Salvador, en su obra HISTORIA DE ÚBEDA EN SUS
DOCUMENTOS Tomo VI, lo siguiente:
<Expoliado
el templo en 1936, el Salvador fiue la única figura del Tabor de Berruguete que
se salvó, siendo sacada de Úbeda y llevada a Barcelona. Sobre su recuperación
dicen en la sesión permanente de 28 de marzo de 1941:
A continuación, le mostramos graficamente de cuando
en el año 1942, el párroco de la Iglesia de San Pablo de Úbeda, reclamó a la Comisaria General del Servicio de
Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, algunas
joyas de platería religiosa pertenecientes a dicha iglesia, depositadas en el
Museo Arqueológico de Madrid.
(Fotos gentileza del
(Fotos gentileza del
Archivo del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE)).
Fuentes:
J. PASQUAU: “Biografía de Úbeda”
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