25 mar 2020

Úbeda Iglesia de San Pablo en la Posguerra; De Cuando se Solicitó parte de su Patrimonio Perdido.


Úbeda Iglesia de San Pablo en la Posguerra;  De Cuando se  Solicitó parte de su Patrimonio Perdido.


Interior de la Iglesia de San Pablo; antes de 1936. Foto  gentileza de Gabriel Delgado Juan.

«Desde el 18 de julio de 1936, fecha del Glorioso Alzamiento Nacional, hasta el 29 de Marzo de 1939, Úbeda gimió presa. Fueron saqueadas todas las iglesias y quemadas todas las imágenes, entre blasfemias y sacrilegios inenarrables. Los templos sirvieron de cuadras y garajes. Fueron encarcelados y asesinados, sin mediar formalidad legalista alguna y en medio de la más absoluta impunidad, muchos buenos ubetenses por su condición de católicos, por sus ideas políticas desafectas al extremismo “rojo” o, simplemente, por odios personales».

Así describe Juan Pasquau la Guerra Civil Española en Úbeda, uno de los episodios más dramáticos de la historia reciente de nuestro país.

Lo cierto, las palabras del humanista  Juan Pasquau, no son del todo ciertas. Ya que una investigación sobre el destino del patrimonio artístico al terminar la Guerra Civil pone al descubierto la nefasta gestión del régimen franquista, en Úbeda y el resto del país.

Lo sabemos gracias al trabajo de investigación  realizado durante tres años por el equipo integrante del Proyecto "Investigación histórica y representación digital accesible: El patrimonio artístico durante la guerra civil y la posguerra", dirigido por el catedrático Arturo Colorado, de la Universidad Complutense de Madrid. El trabajo ha consistido en el estudio y catalogación de miles de obras depositadas por la República en lugares seguros, así como de las obras que salieron al extranjero evacuadas por orden de los Gobiernos central, del País Vasco y Cataluña, o por vía de saqueo. Una vez realizado el inventario, se ha cotejado con el destino de esas obras durante la posguerra, a partir de los datos del proceso organizado de devoluciones y exposiciones  temporales llevado a cabo por el Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (Sdpan) creado por el régimen instaurado en España tras la victoria militar.

La conclusión que se desprende es la gran cantidad de obras entregadas como depósito a organismos públicos, iglesias y entidades afectas, lo que supuso una desordenada reubicación, que benefició a receptores que no eran sus legítimos propietarios.

Cuando estalla la guerra, el gobierno Republicano pone en marcha un plan de protección de patrimonio consistente en la recogida, registro y depósito de obras de arte.

Durante la Guerra Civil española hubo dos posturas respecto a la protección del patrimonio. El bando franquista no se preocupó nada o casi nada por él, mientras que el republicano hizo todo lo que pudo para intentar protegerlo del pillaje, la destrucción o el deterioro.

Durante esta operación, los republicanos embalaron cientos de obras procedentes de iglesias, instituciones o colecciones particulares con él ánimo de que no desaparecieran. Incluso acudieron a una campaña de propaganda para concienciar a los milicianos y los voluntarios y que tuvieran en cuenta la importancia del patrimonio, aunque tuvieran un significado religioso. El problema es que, en muchas ocasiones, no se consignó ni el origen ni la pertenencia de las piezas.

La República puso en marcha un ambicioso plan de evacuación de muchos de los tesoros del patrimonio español (incluidos medio millar del Prado, además de otras destacadas colecciones públicas y privadas), que siguieron, simbólicamente, los pasos del Gobierno republicano: Valencia, Barcelona, Figueras... y Ginebra. Pero otras miles de obras fueron incautadas por la República para protegerlas sin salir del país. ¿Cuál fue su destino? Es la parte más desconocida de esta historia.

En la tarde del 26 de julio de 1936, festividad de Santa Ana, nuestros templos fueron saqueados, arrastrándose muchas de las imágenes devocionales hacia una gran hoguera en donde se quemaron siglos de arte. No solamente se destruyeron esculturas y pinturas, sino también documentos de archivo, así como muchos de los retablos que adornaban nuestros templos (las fotografías antiguas dan fe de la monumentalidad barroca que atesoraban las iglesias ubetenses, como La Trinidad, San Pablo, Santa Clara, Santo Domingo, etc.).

Es falso que todas las obras del patrimonio ubetense desaparecieran en esa gran hoguera realizada en la tarde del 26 de julio de 1936. Muchas piezas se conservaban en su ubicación original hasta fechas avanzadas de la contienda; de hecho, en 1938 tenemos el informe particular realizado por Miguel Campos Ruiz en donde habla de un gran número de obras y del estado de conservación de nuestros templos (haciendo especial hincapié en los bienes de la Capilla del Salvador). Sin embargo, parece que a partir de este momento se incrementa la rapiña y el interés de ansiosos coleccionistas por poseer pinturas y esculturas de especial valor artístico. 

Además, hay un número indeterminado de obras que fueron robadas por "mercaderes, saqueadores profesionales, milicianos y militares de las dos zonas", según explicó Colorado en el  Congreso que anuncie anteriormente.

Finalizada la guerra, agentes de la Junta del Tesoro facilitan a las nuevas autoridades la ubicación de los depósitos. De esta manera, el Sdpan puede recoger, identificar y clasificar los objetos artísticos. Aprovecha la clasificación previa de la Junta del Tesoro republicano (por ejemplo, los libros de registro con pormenorizada información sobre las obras), pero, sin embargo, de muchos objetos no hay información alguna, porque son recuperados por otros organismos políticos de diferentes formas e inventariados sin el rigor requerido.

El 31 de mayo de 1939, el nuevo Ministerio de Educación Nacional ordena la devolución a entidades y particulares. Para tratar de identificar a los propietarios, el Sdpan abre los depósitos a los particulares y organiza exposiciones públicas que también tenían carácter propagandístico. Se realizaban las devoluciones sin grandes requisitos. Solo se solicitaban pruebas de propiedad cuando había dos o más reclamaciones sobre un mismo objeto artístico. Hubo errores de identificación, y particulares recibieron obras que no eran suyas. Se estableció un plazo de un mes, pasado el cual, si no se procedía a la reclamación, se entregaba la obra en depósito.

Capítulo aparte merecen otros expolios que se produjeron durante la posguerra: el derivado tanto del tráfico ilegal de obras de arte españolas por marchantes españoles y extranjeros, como de las órdenes de venta de tesoros eclesiástico cursadas por ciertas autoridades religiosas a fin de obtener fondos en metálico.

No todas las obras volvieron a su lugar de origen, pues muchas de ellas fueron entregadas en depósito temporal a museos, organismos públicos e instituciones de enseñanza o religiosas.

Se devolvieron obras, por ejemplo, a las iglesias y monasterios que las reconocían como propias, pero en algunas de ellas se demuestra que no era así.

En plena Dictadura Franquista, algunas de las más importantes obras de arte de Santa María de los Reales Alcázares, que se habían salvado del asalto del verano de 1936 desaparecieran o fueran despedazadas. Como la reja del coro, que Ruiz Prieto calificó como de «grandiosa y obra de gran mérito», atribuida al maestro Bartolomé, y cuyos restos salpican ahora distintas portadas de las capillas de Santa María. Y desaparecieron una valiosa cruz relicario del siglo XVII que se encontraba en la capilla de los Sabater o el cuadro de 'La Misa Milagrosa de San Gregorio', de Pedro Machuca, que hasta 1951 se custodió en el archivo del Ayuntamiento juntamente con otras muchas obras de arte que se habían salvado de la destrucción durante de la guerra y que, misteriosamente, desaparecieron sin dejar rastro, ,(… parece que a partir de este momento se incrementa la rapiña y el interés de ávidos coleccionistas por poseer pinturas y esculturas de especial valor artístico…). Otras piezas, como la Piedad de Pedro Machuca, se exponen en la actualidad en el Museo Catedralicio, y los restos de la Silla Episcopal y la sillería, sirvieron para construir muebles del Archivo Histórico Municipal.

Por José Manuel Almansa Moreno, sabemos que se salvó milagrosamente de la destrucción durante la Guerra Civil, pero que en la actualidad se encuentran fuera de nuestra ciudad, se refiere a la tabla central del retablo de la Capilla del Camarero Vago, en la Iglesia de San Pablo de Úbeda. Atribuido a Juan de Reolid, quien lo ejecutaría hacia 1545, el retablo estaba constituido por dos cuerpos horizontales y coronado con un ático semicircular. Esos cuerpos estarían subdivididos en cinco calles enmarcadas por columnas abalaustradas, ubicándose dos nichos en los cuerpos laterales.

Por José Manuel Almansa Moreno, sabemos que se salvó milagrosamente de la destrucción durante la Guerra Civil, pero que en la actualidad se encuentran fuera de nuestra ciudad, se refiere a la tabla central del retablo de la Capilla del Camarero Vago, en la Iglesia de San Pablo de Úbeda.


La calle central del primer cuerpo, ubicada sobre un friso de grutescos, mostraba un relieve del Santo Entierro de Cristo, acompañado por dos sibilas de bulto redondo ubicadas en hornacinas. A la izquierda se ubica una imagen de la Caridad, representada con su iconografía clásica, y a la derecha habría de ubicarse la imagen de la Justicia, siguiendo el esquema de la portada principal de la capilla. En la calle central del segundo cuerpo aparece una tabla que representa a la Virgen con el Niño, y a la izquierda, tras otra tabla de difícil identificación, aparece un Thanatos cobijado en una hornacina, es decir, un niño sosteniendo una calavera, que debió acompañarse en el lado de la derecha por un Eros. Se remataba el retablo con un semitondo en donde se representaba a San Ildefonso, al cual le estaba consagrada la capilla.

Arsenio Moreno, que estudió el retablo en profundidad en su libro Úbeda renacentista,  demostró hace un años la presencia de este relieve en la sacristía de la iglesia de San Pablo de Baeza, en donde fue trasladado tras la Guerra Civil como consecuencia de una confusión a la hora de devolver la obra a su lugar de origen una vez finalizada la contienda.

Ginés Torres Navarrete, nos dice acerca de la Capilla de El Salvador, en su obra HISTORIA DE ÚBEDA EN SUS DOCUMENTOS Tomo VI, lo siguiente:
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A continuación, le mostramos graficamente de cuando en el año 1942, el párroco de la Iglesia de San Pablo de Úbeda, reclamó  a la Comisaria General del Servicio de Defensa  del Patrimonio  Artístico Nacional,   algunas joyas de platería religiosa pertenecientes a dicha iglesia, depositadas en el Museo Arqueológico de Madrid.

(Fotos gentileza del

Archivo del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE)).











Fuentes:
J. PASQUAU: “Biografía de Úbeda” 


Colorado Castellary, Arturo (Ed.) (2018). Patrimonio cultural, Guerra Civil y posguerra. Madrid: Fragua.

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